Los meses de Octubre y Noviembre del 2024, durante la residencia de artista en la Rectoría de Sant Pere de Vilamajor he realizado cinco incursiones al Montseny, junto al fotógrafo José Ferrer.
En ellas el bosque se ha manifestado en su esplendor otoñal como hace 7 años atrás.
Sin embargo hay vestigios de cambio climático en sus lagunas, más secas al igual que algunas zonas boscosas.
Topándonos mientras duraba el tiempo de estudio de campo con la DANA de Valencia y estando sujetos a los cambios por lluvias torrenciales también en la zona de Cataluña. Durante diez días no pudimos entrar al bosque.
Cuándo pudimos retornar al trabajo se realizó un video pintando sobre un árbol centenario (haya) en Santa Fe del Montseny.
Nos acompañó en las incursiones el característico olor de jabalíes, su presencia fue una constante, así como la belleza de los picos más altos, la suavidad de las colinas otoñales y la sorpresa de las flores de brezos.
Seguir estas montañas y sus cambios me sostiene en la esperanza y la vitalidad de la naturaleza.
Cristina Coroleu
Montseny 2024
Pinturas, Montseny (2017)
Tinta japonesa sobre papel,de arroz.
Es un proyecto multidisciplinario de artistas reunidos por el interés común hacia las familias de árboles que forman los bosques, esa agrupación natural actualmente en estado crítico como consecuencia del cambio climático.
Cientos de miles de hectáreas de árboles desaparecen cada año en el planeta y la deforestación es la tercera causa del cambio climático.
La observación, investigación y estudio en diferentes expresiones artísticas y con veedores científicos ha comenzado con dos bosques:
Uno sin vida, en Rio Grande, Tierra del Fuego, Argentina, 8000 hectáreas en el archipiélago del extremo sur.
Se trata de un bosque de lengas con ejemplares de hasta más de 300 años que ardió en el año 2008.
Otro con vida, el Montseny en Catalunya, considerado por científicos como el centinela del cambio climático en Europa, por contener la diversidad de árboles que abarca desde el mediterráneo hasta Escandinavia.
Cristina Coroleu
Verano 2018 ©
Un bosque es la pregunta y la respuesta de nuestro paso por la tierra.
La raíz misma y el sentido de arraigo del hombre desde el inicio de los tiempos, como la piedra, un trozo de cielo inabarcable para el ojo común, un soporte bajo los pies que nos mantiene en un equilibrio perfecto mientras dura nuestra vida aquí.
Entrar al bosque es un zig zag de incertidumbre como la vida y el arte, una pausa, un silencio audible como una flecha en la oscuridad de la noche.
El saber que antes de nosotros estuvo un jabalí, un pequeño pájaro sin peso casi sobre una rama, mientras un grupo de nubes pasaba por el cielo azul.
Hundirse en las húmedas hojas de hayas hasta las rodillas es sentir el tiempo que pasa y nos mantiene y nos libera del espacio en que vivimos.
Es volver a estar sin tiempo en cualquier tiempo.
Subir...
Entre raíces que mantienen la montaña atada, sujeta al devenir de tierra, arena y greda, piedras y pedregullos tan pequeños como puntos.
Algunas formaciones rocosas tan inmensas como las de la luna que miran a la tierra.
Y ese viento corpulento y frío que no teme matarte al instante, aunque antes adormecerte de hojas de hayas y castaños otoñales.
Cristina Coroleu
Otoño 2017 en el Montseny ©